No sé en qué cromosoma lo llevamos, pero forma parte de nuestra naturaleza racional (que no de la animal). Tenemos un sentido de la justicia, del reparto equitativo de los bienes, muy desarrollado. Incluso el feudalismo, con todo lo salvaje que nos lo pintan, incluso la condición de esclavitud, tenía sus normas, que normalmente se cumplían, aunque claro está que existían los abusos.
La existencia de una situación injusta, en cualquiera de sus formas sociales, aunque sea falsamente percibida, es un revulsivo tremendo. No existe nada más revolucionario (después del hambre) que la injusticia; mueve pueblos enteros, crea mitos, leyendas… Tristemente, los fenómenos terroristas que estamos viviendo hoy día son prácticamente todos basados en situaciones real o ficticiamente injustas, incluso los piratas modernos en gran medida se justifican a sí mismos (y tienen toda la razón del mundo) en la diferencia de renta, que es cientos de veces mayor en nuestro mundo que en el de ellos.
Ya hace mucho que sesudos eruditos sociales dicen, y en los países nórdicos consiguió casi realizarse, que el trabajador más humilde de una empresa debería ganar alrededor de seis veces menos (la teoría dice creo que tres) que el jefe máximo, y que debía realizarse un esfuerzo a favor de la discriminación positiva de los desfavorecidos (lo que conlleva, penalización de los agraciados, que se lleva peor).
En todo caso, situaciones que afectan al 1 ó 2% de la población no me sirven para enarbolarlos como ejemplo y destruirme mis maravillosos esquemas sociológicos. La uniformidad totalitarista es incluso mala, necesitamos el mal, la maldad, para poder sostener adecuadamente el bien y mantener engrasadas las armas para defenderlo. Si no intentamos mejorar todos los días, empeoraremos seguro, y si no tenemos enemigos a la vista, nos amodorramos.
Ya nos lo decían de pequeñitos: Los enemigos del alma son tres: el mundo, el demonio y la carne.
El mundo es tan amigo como enemigo. El día que haya otro, ya veremos. Como sigamos estropeándolo, pronto no tendremos ni éste.
El demonio somos nosotros, en nosotros reside tanto el bien como el mal, dios (qué mal suena en minúscula, ¿verdad?) y el diablo. No sé si existe el libre albeldrío, yo diría que sí. En tu mente está la respuesta.
La carne: Yo lo iría reduciendo de categoría, lo despenalizaría moralmente, por no decir que no es ya ni pecado, sino una norma social a respetar, aunque evidentemente muy importante y con una gran potencia emocional. No hay que jugar con ello, aunque esta recomendación es más importante para la generación nacida antes de la democracia; desde hace unos 15 ó 20 años, poco a poco pierde importancia; para bien o para mal, ya se verá.
1 comentario:
Interesante encomio de la equidad: Justo es reconocerlo.
T.
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