Tocan elecciones. El sistema democrático tiene examenes de selectividad. Promesas, subvenciones, ayudas, derechos, deberes, trapos sucios... No nos tenemos que quejar, estamos ya acostumbrados y además es así, no tiene otro remedio. La noticia, que no lo es, es la corrupción, tan latina.
A estas alturas ya no creo que nadie piense en ideologías en cuanto a los "padres de la patria". Los partidos son gestores de recursos, los modelos de gobierno obedecen intereses. "Cuando los ideales fallan, no hay más remedio que agarrarse a los intereses" (yo se lo oí a Manuel Martín Ferrand). Les echamos la culpa a los políticos, pero, mirándonos el ombligo, hemos de reconocer que les hemos dejado solos. Los intelectuales se (nos) quejamos de la poca filosofía que hay en política, y de la paupérrima calidad de los debates, que en general quedan en ataques personales. Sin embargo, también es cierto que los intelectuales han huído en masa de la política, en parte por miedo al qué dirán, y porque la política es sucia. Vivir mancha; la política más
Las personas íntegras deben de empezar a soportar estas cosas. Todo el mundo tiene derecho a opinar, por tanto, puesto que contentar a todos es imposible, aquellos que quieran seguir un camino deberán soportar las críticas de quienes piensen o les interese lo contrario. Y seguir adelante. Cuando tú defiendes una postura correcta, ¿qué mas dá que pierdas por votos?. Es problema de los demás, tú, con defenderla, ya has ganado. Tienes que aprender a convencer mejor la próxima vez. Y además, de las primeras cosas que aprendí yo como aprendiz de político (en el Colegio de Dentistas) es que, para hacer cosas buenas, a menudo tienes que utilizar alguna herramienta común, aceptada, pero que en general usan los malos (no os voy a decir qué). Y si dimití de la sección de ética era porque, para cumplirla, tenía que incumplir códigos y leyes continuamente.
"Ladran, querido Sancho, luego cabalgamos".
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