Buenas sin amor: son las que habitualmente escuchamos o decimos a la cara. Nos dicen lo guapos que somos, lo bien que hacemos las cosas… También son clásicas las de la publicidad (”¡Compre…! ¡Beba…! Consuma…….!”) Generalmente es fácil defenderse, tan sólo hay que poner un poco de atención en lo que se escucha.
En ocasiones, estamos especialmente predispuestos a escucharlas. Lo más habitual son los políticos, los líderes de opinión interesada, los que atizan fanatismos (religiosos, nacionalismos) y sobre todo, el racismo. Es fácil decir que todos somos iguales, hasta que nos vienen a fastidiar los inmigrantes…
Malas sin amor: son las que decimos todos los días, pero a la espalda: Lo gorda que está fulana, lo estúpido que es este individuo, lo mal que trabajan los demás, alguien que nos niega un derecho…. Somos muy propensos a criticar a los demás. Aristótoles dijo que, lo más fácil del mundo es hablar mal de los demás, y lo más difícil, conocerse a uno mismo. No ha cambiado mucho desde entonces.
No ya sin amor, sino con odio, es aquel que viene a decirnos palabras deliberadas de alguien cercano, y sobre todo, cuando se nos critica a nosotros mismos. “El otro día me dijo zutano que eras un desastre…” Tendemos a escucharlas, tocan nuestro ego, hay que estar bien preparado para no aceptarlas.
Buenas con amor: son las
normales de todos los días, las que decimos, con un poco de
entrenamiento, a nuestra familia, a los compañeros…pero que a veces con
el tiempo, se pudren. Cuando pensamos que una situación no es tan
favorable como nos merecemos, tendemos a pensar que los demás tienen la
culpa, y tratamos de devolverles el daño. Las más graves, por supuesto,
son aquellas que afectan a los muy próximos: cónyuge o pareja,
padres-hijos, hermanos…
En nuestra relación con los demás, es muy
importante que, de lo malo, devolvamos siempre un poquito menos, y de lo
bueno, un poquito más (Bert Hellinguer). Si no nos esforzamos un
poquito en mejorar, empeoraremos sin darnos cuenta; cuando salta la
chispa, depende del “combustible” que hayamos acumulado, que se trate de
un gran incendio o de una simple quemadura. La capacidad de perdonar
hay que ejercitarla todos los días; duele un poquito, pero si se
acumula, quitarse esa espina a veces es imposible.
“Malas” con amor":
(entrecomilladas) con amor, es casi imposible decir palabras malas,
aunque cierto es que la verdad, duele casi siempre. Son las palabras que
los padres, los educadores, los amigos de verdad, dicen.
En
primer lugar, hay que pensar que a ellos les duele también. No buscamos
los conflictos, no queremos discutir. Para el que ama, es más cómodo que
la persona que yerra siga su camino, cuesta abajo, ya frenará, con los
frenos o con la crisma. Sin embargo, un sentimiento interior nos empuja a
corregir, a enseñar, crecer emocionalmente y ayudar a crecer a nuestros
semejantes.
En ocasiones puede caerse en el cinismo: decir la
verdad sin importar las consecuencias. En este caso, el cínico no busca
realmente el daño ajeno, pero sí el beneficio propio, “tranquilizar su
conciencia”. Las mentiras piadosas son incluso buenas, aunque claro
está, es terreno resbaladizo.
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