Deambulaban juntos, zizagueantes, por el asfalto de la A-242. No sé si iban a Fraga o a Maials, pero sí se que, probablemente de acuerdo, habían tomado la decisión de terminar de una u otra manera ese sueño. Probablemente sabían que, tanto en uno como en otro destino les esperaba lo mismo, así que quizá también de acuerdo, quizá deseaban no llegar. Mejor dicho. Llegar al mismo sitio, pero juntos.
El, un precioso y espectacular Labrador Retriever, digno, (¡que ya es decir!) de mi Txoko y de su linaje (
Rayo de Sombra de Avantueso). Ella, una podenca orgullosa, quien ya no podía ocultar que había amado, y le seguía pesadamente. Los dos, ostensiblemente cansados, sedientos, hambrientos, especialmente huidizos y temerosos, recordando algún golpe, alguna pedrada, muchos insultos y desprecios, y toda la soledad.
Los conductores, todos, les veían con ojos suficientes como para esquivarles. Alguno hasta les pitaba, pensando que esos pobres desechos de cariño entendían el lenguaje-máquina. Muchos, frenaban y miraban pero todos, cerraban los ojos del corazón, todos. Ninguno había leido
El Principito, pero seguro que todos, todos, verían el partido del Mundial (a estas alturas, que sabemos el final, ¡Viva! la España unida!).
Más de media hora nos costó (a mi hermana y a mi) vencer sus miedos. Ni el soborno resultaba; escapaban (juntos también, protegiéndola) pensando que todos los humanos son iguales. Hasta que, entregados a su destino, tuvimos que montarles a ambos en brazos, no pudieron o quisieron luchar más.
Cuando le sacaba a uno de paseo, oía desvanecerse con la distancia los gemidos del otro, que sabía me esperaba (no a mi, claro) en la puerta. Juntos desbordaban nuestra logística, acostumbrados a la vida nómada, aunque he de reconocer grandes progresos en los 2 días que les hemos volcado cariño. Les queda mucho por aprender, y mucho miedo por desaprender.
La odisea para encontrar su procedencia o destino daría para tres o cuatro entradas más. Finalmente, han sido entregados (su última voluntad ha sido ocupar juntos la misma celda) a la Protectora de Pamplona. Con lágrimas en los ojos, he tenido que decirles que no, que en el Submarino no se precisan grumetes, y de que un embarazo múltiple es de alto riesgo para la navegación. Los numerosos SMSs que he enviado (a todos les decía que, para no jugar sucio, no adjuntaba la foto, pero a vosotros os tengo más confianza) no han fructificado.
Por el momento, les he dejado pagada la pensión 6 meses (me ha salido barato, la verdad, la conciencia me ha salido mucho más cara) pero les he prometido buscar alguien que les ame la milésima parte de lo que ellos le amarán. En eso estamos, pero lo que ya no me atrevido a decirles es que, casi inevitablemente,
no será juntos.