Desde nuestro más tierno mundo, en cuanto salimos de la esfera instintiva y comenzamos nuestra vida de relación, buscamos modelos de imitación. Psicólogos eminentes opinan que, para los 4 ó 5 años, ya está todo el pescado vendido, que para entonces todos nuestros esquemas mentales están ya bastante consolidados, no caben grandes modificaciones. No es lo mismo nacer en un monasterio tibetano y que te entronicen como la reencarnación de algún santón, que mamar tortillas de saltamontes en el Serengueti.
Poseemos también una importante carga genética, además de que, de ella, los estímulos con los que entramos en resonancia hacen que se expresen unos caracteres sí, otros no (bioquímicos, emocionales, energéticos...) y por supuesto, cuentan también factores derivados de la determinación, de la voluntad, que en la escala digital, muchos miden que, cuando nos planteamos algo, es siempre en posturas "1" y "0", es decir, ataque o defensa. Los infinitos multiversos (multiuniversos) que creamos con todas esas combinaciones instantáneas, dan como resultado único, inimitable, inigualable....¡Manolo!
¿Por qué cogemos unas cosas de Papi, otras de Mami, y otras del Tío Perico? ¿Por qué a determinada edad (la adolescencia) la potencia de la pandilla se vuelve tan poderosa?. Que a los 2o añitos nos decantemos por una proyección sexual no tiene ya ningún misterio, eso es hormonal puro, por mucho que algunas religiones traten de darle un toque sagrado o satánico, según con quién te lo montes (si te gustan las cabras, o cabros, mira a ver que no se entere nadie, anda...).
Pasado un tiempo, los modelos de imitación se subliman. Quien no es revolucionario a los 20, no tiene corazón, y quien no es conservador a los 40, no tiene cabeza. Y quien a los 60 no empieza a cuestionarse aún que de dónde venimos y a dónde vamos, pues no sé qué decirle, te lo diré cuando llegue, pero otra cosa habitual es que ya no miramos a los demás, sino a nosotros.
Algunos se constituyen en motivo de imitación, aunque desgraciadamente hoy en día no son literatos, filósofos, idealistas o personas de bien, sino becerros dorados que generalmente son fundidos, amalgamados y afortunadamente olvidados en cuanto desaparecen.
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