Curioso aditamento propio de los pisos, en el que los vecinos nos vemos obligados a una aproximación superior a la psicológicamente permitida en otros espacios. Creo que esta situación fuerza una reacción de defensa, estúpida, por la que, misteriosamente, en los bloques con ascensor la gente tendemos a hacer los saluditos de rigor, conversaciones de menos de 30 segundos, en las que pretendemos apurar como podamos la encerrona, y nos despedimos aliviados con una fórmula típica y un "hasta luego" y una sonrisa de satisfacción por la separación y proximidad a nuestro cubículo.
Las ciudades horizontales son mucho más humanas que las verticales. Se suman otros muchos factores, como el exceso de oferta de bienes que existe en las grandes concentraciones, además de coches, ruido, basura, destrucción de la naturaleza... La superpoblación provoca que veamos enemigos donde no los hay, nos ponemos a la defensiva, al contrario en que las zonas poco pobladas hacen que consideremos al vecino como amigo y colaborador. La agresión que nos produce el entorno la identificamos como proveniente de las personas, y reaccionamos contra ellas.
La violencia está inscrita en los seres vivos, es inevitable, pero hemos alcanzado la madurez suficiente para identificarla y controlarla. Lamentablemente, creo que a medio plazo aumentará, en gran medida por la avaricia de los recursos mundiales. Esperemos que se arregle lo antes posible, e inevitablemente, con acuerdos razonables para todos, osea, que perderemos y ganaremos algo todos, lo importante es la paz, exterior e interior.
Te deseo paz y serenidad.
1 comentario:
¡mucho predicas pero mira dónde vives tú!
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