El primer sofoco fue ver a mi jefe. Tiene 28 años y se llama Prometeo, te lo prometo, hay padres para matarlos. Lo ves y te dan ganas de darle un euro para que coma algo. Pero se ha inventado él solo este chiringuito que nos da de comer a mí, a él, y a otros 150. Un cerebrito, el niño. Luego están los otros, y las otras. ¡Qué cuadros!, con esos pelos y esas barbas que ellos parecen extras de La vida de Bryan y ellas las que gritan
Lo del mes pasado les parece una antigualla y lo de hace 30 años el colmo del estilo. Mi último pelotazo son unas gafas de mi madre que me he graduado para vista cansada. ¡Flipan con ellas!. Vintage, las llaman. En mi época la vendimia era otra cosa.
Se las meto dobladas. Llevo el iPhone al cuello como la cruz el exorcista: los neutraliza. Solo sé llamar y contestar, pero cuela. Esto es anarquía y no
Por Navidad me invitaron al Plasty, un local de culto. Mi madre me dijo: "Si vas a salir con los compañeros, ponte el visón, que viste más". Pobre, su reino ya no es de este mundo, el visón... Acabamos en un piano-karaoke del año de la tos, pero ellos lo han descubierto hace poco y creen que es moderno, yo callada, ¡déjalos que disfruten!.
Eso si, tanto estilismo y "fashion" me agota. Por eso trabajo en agosto. Así tengo dos meses de vacaciones. El mío y el que estoy sin verlos, a mi aire. Por fin he podido sacar a desfilar mis trajes chaqueta y tengo al portero loco. "Eso es una real hembra", me suelta hoy Luciano, un chico de mi edad que no está acostumbrado a este look.
Los modernos están unos en Formentera y otros en Vietnam, no tienen término medio. Oficialmente yo voy a San Juan de Luz, que es "vintage", porque si se enteran que realmente me voy a San Juan, de Alicante, me jubilan sí o sí.
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