Las grasas forman parte imprescindible de nuestra dieta. Dicen que entre un 10 y un 20% de las calorías totales (considerando válido el esquema "calorías"). Hoy en día, la moda "ligth", ignorando la calidad de dichas grasas y equivocando su procesamiento metabólico, insiste en reducir al máximo la fracción lipídica de nuestra dieta.
En el área mediterránea, el aceite por excelencia es el de oliva, su zumo exprimido por medios naturales, si la utilización de disolventes, lo que se conoce como Virgen Extra. Durante un tiempo, arrastrados por intereses espúreos, potenciamos el aceite de girasol, soja, las margarinas vegetales... Afortunadamente las aguas han vuelto a su cauce.
Montignac dió la voz de alarma, con teorías carentes de fundamento científico, pero de una lógica razonable. Consumir simultáneamente azúcares y almidones refinados junto con grasas (sin pararse a fraccionar su procedencia) producía obesidad. El libro de "El Mono Obeso" recientemente comentado aporta algunas bases científicas que pueden servir, aunque aún queda un largo camino para adaptar la lógica y la ciencia. Como de costumbre, la ciencia vá bastante por detrás de la lógica, aunque afortunadamente nos sirve para desmontar falsos ídolos, que de todo hay. En todo caso, uno de los mayores pecados de la ciencia, cómo no, es el absolutismo. Lo que no pueda demostrar, reproducir, y si me apuras vender a buen precio, no existe. Quien fundó esta doctrina, el método científico, nuestro bienamado Rene Descartes, emitió un primer escrito diciendo que el hombre tenía una faceta espiritual y otra corporal, íntimamente relacionadas, y que no se concebía el estudio y desarrollo de una sin la otra.
Afortunadamente también, nuestro buen Papa Bonifacio le mandó un amable mensaje diciendo que no, que el alma no tenía mucho que ver con el cuerpo, sino con la mente, y que este aspecto era patrimonio exclusivo de la Iglesia, no de la ciencia. Le exhortaba a estar de acuerdo con él, o de lo contrario le quemaba, por lo cual debió de decir algo parecido a "Eppur si muove" de Galileo a Urbano VIII (no me lo sé, que lo he mirado en google) y tiró para adelante. Por tanto, y hasta hace muy poco, que se ha empezado a estudiar el cerebro en serio, el cuerpo y la mente son dos entes distintos que no tienen nada que ver.
Freud, Adler y Jung también intentaron relacionar la mente y las enfermedades somáticas. El propio Freud ya describió las regresiones, joya que descubriremos rápidamente, si no nos explota en las manos, aunque la comunidad científica estaba muy verde todavía para asimilarlo. Tras unos cuantos patinazos, dejaron a la sociedad de lado y se pusieron a investigar ellos solitos este aspecto. La somatización emocional. Aún no han salido a la luz todas sus conclusiones, que, como pioneros que fueron, adolecían también de grandes defectos y lagunas.
Pues Señor, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, me he ido por las ramas. Por las ramas del aceite de Oliva, oro verde que espero seguir disfrutando muchos años.
Las grasas animales, por otra parte, muy saturadas como se sabe, son especialmente perjudiciales si se toman en exceso, sometidas a altas temperaturas y si además, proceden de animales "infelices", maltratados, atados toda su vida, sin andar, sin que le de el sol, sobrealimentado con productos extraños, alejados de lo que, tradicionalmente constituía su dieta natural. Estas grasas y de esta forma producen importantes problemas de salud.
Bueno, ya lo he dicho casi todo. Lo que falta lo tienes que decir tú. ¡Ánimo!.
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