domingo, 11 de febrero de 2007

¡Vivan los toros!


Los animales poseen conciencia. En un grado muy reducido, pero tienen sentimientos, deseos, emociones... Es impropio hablar pues de Derechos que nos arrogamos los Humanos, puesto que deben tenerlo todas aquellas cosas por el mero hecho de existir, en especial, aquellas poseedoras de vida, los seres vivos, aunque en su justa medida.
Los animales han sido desposeídos de su entorno natural. Nos sirven, nos nutren, hacen compañía, contribuyen al equilibrio natural, son indispensables en el mundo. Viven y mueren en condiciones absolutamente indignas, encerrados sin andar, sin ver el sol, alimentados por máquinas automáticas y a menudo con despojos de otros animales que nunca han sido su fuente de alimento, con el fin de aumentar la producción, manipulados químicamente, genéticamente, con incontables aditivos hormonales, se les contempla únicamente como una fuente de producción económica. Durante toda su vida y su muerte, sufren abandono y miseria moral, y no son queridos, no se sienten apreciados por nadie. Yo tampoco sería capaz de ser feliz conviviendo con una persona a la que yo tratase de esa manera, y sospecho que los alimentos procedentes de estos seres no son adecuados para nosotros, y nos producen enfermedades, sobre todo consumidos en exceso.
La producción de proteínas de origen animal que se consume en gran exceso en nuestro modo de vida, supone un costo natural muy elevado, para lo cual es necesario esquilmar multitud de recursos naturales con el único fin de ser consumidos por el hombre. Probablemente bastaría con una pequeña parte de ellas, y más si recurrimos a proteínas vegetales, entre 10 y 20 veces más fáciles, baratas y ecológicas de producir.
Desgraciadamente en España, es casi imposible ver animales en libertad, cosa que yo, con mis 50 años, me acuerdo todavía que era relativamente normal en mi infancia, en los montes. Hemos destruido prácticamente todo el hábitat natural que nos rodea, con el fin de explotarlo en nuestro insano beneficio y disfrute.
Los toros de lidia, sin embargo, viven en entera libertad, en su entorno natural, durante un periodo prolongado de sus vidas. Viven con su familia, amigos, conocidos... Son cuidados, mimados, por personas que les aprecian, les quieren, les admiran, les entienden, y, llegada su hora, se enfrentan a su propio destino.
Es cierto que hemos hecho de ello un espectáculo, pero además de espectáculo, tiene cierto arte, muy ancestral, poco comprendido, pero mal que no me guste, tiene grandes y numerosos seguidores. Junto con el toro y el torero, viven el Pasodoble, la música taurina, el Flamenco, las tonadilleras, el vino “fino” de Jerez, la “manzanilla”, la guitarra, la poesía, la literatura, la épica y la lírica, las fiestas de los pueblos, las revistas del corazón... Las dehesas, hábitat del toro de lidia, es un sistema de explotación de la naturaleza perfectamente compatible con ella, equilibrado, capaz de pervivir milenios, en comparación con la agricultura intensiva que consideramos “normal”, que agota y destruye los suelos, los inutiliza para el cultivo, desertiza, en apenas un siglo o dos. También comporta el sostén de otros animales, entre ellos, los caballos, y permite convivir con los toros a muchas otras especies salvajes, que viven también en equilibrio con el ecosistema. De ello vive y disfruta mucha gente, es un sector económico muy importante en España, además de que constituye un motivo turístico importantísimo, la primera fuente de divisas de nuestro país, y una seña de identidad imborrable, conocida en absolutamente todo el mundo.
El toro de lidia es una especie muy antigua, descendiente directo del “Uro”, con un patrimonio genético valiosísimo, además de que ha sobrevivido a incontables plagas naturales, está perfectamente preparado para la supervivencia. Si desaparece la fiesta, se extinguirá.
Si no le gustan los toros, a mí poco, aunque a veces voy, sobre todo si me invitan. No vaya y déjelos en paz, o procure que no sufran innecesariamente, afíliese al PETA o a cualquier otra ONG u ONGD. Luche por la dignidad del otro 99’9999% de los animales y por la nuestra propia, que hemos perdido por abusar de la naturaleza de esta manera.
¡Vivan los animales!

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