Erase una vez una época en que los hombres producían bienes en fución de necesidades básicas, y desgraciadamente costaba tanto satisfacerlas que quedaba muy poco tiempo para lo demás. Conforme la industrialización fué capaz de producir más de lo que se consumía, se inventó la publicidad. ¡Compre! ¡Disfrute! ¡Consuma! ¡Vendo felicidad!...
Al principio la publicidad se hizo en función de los excedentes de producción, intentando vender un producto. Posteriormente se trató de detectar qué quería el consumidor, y satisfacer sus deseos. Pero ahora, rascan nuestras neurosis.
De un tiempo a esta parte, la publicidad está diseñada y ejecutada por psicólogos. Ya no sólo les interesa nuestro dinero, ahora quieren nuestro cerebro y nuestras emociones. Aquello que induzca morbo, ansiedad, aquellas necesidades que puedan crear partiendo de nuestras insatisfacciones y de nuestras carencias serán siempre bienvenidas, puesto que nunca seremos capaces de satisfacerlas plenamente. No hace falta dar ejemplos. El sexo y la belleza están hoy detrás de casi toda campaña publicitaria. Deberemos usarlos para aprender. De lo bueno se disfruta, de lo malo se aprende.
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