domingo, 8 de mayo de 2011

Recambio generacional

La miró con orgullo herido, sabedora de su ya achacosa sobrevivencia, aquilatada con una última y reciente operación de recambios (bielas, plato, piñones y cadena) a cargo de un reputado especialista local. Sus orgullosos 25 años de servicios, no valen amortiguador delantero, dinamo de inducción, cuadro de aleación y otras dotaciones materiales que su jinete desprecia orgulloso cuando predica (habitual seguidora, en callado secreto, como otras varias, del blog) en favor de recompensas emocionales, de las que ella es tan ducha en dar, tan poco en recibir, callada, sumisa, siempre dispuesta... salvo leves periodos de baja, por batallas siempre ganadas...

El asesino: Pelemediano. Motivo: su primer sueldo. El móvil, vengarse de venir a buscarla la última etapa del Via Crucis Javeriano. El arma: un puñado de dólares. Lugar del crimen: Decathlon. A CSI no se lo ponen nunca tan fácil.

De poco le han servido los años de cariñoso transporte escolar, de Javieradas terminadas a éxito, de visitas turísticas por las murallas, de lazarilla en los fosos... Para nada cuenta ser casi única en su género en España (se vendieron 3 unidades en el mercado de esclavas). Atrás ha quedado el baile nocturno en la pérgola del Colegio, la ronda con la guitarra...

Y para colmo, una última humillación, lo que nunca hubiera pensado, ¡SODOMIZADA POR UNA ASIÁTICA INFIEL!. Atada, encadenada a una reja, mojada, trasudada de lágrimas de lluvia y de dolor, físico y, sobre todo, emocional, indefensa y callada. No pensó en resistirse, tan sólo en olvidarlo. Quizá Montxo haga una película, pensó con un velado gemido.

Sabía que las alforjas, timbre y sillín (king size) serían para su jóven rival. Una mentirijilla piadosa ablandaría a la Comisión de Transplantes (intervivas es algo más complicado) y pasó por su mente, por un momento oscura como un túnel, el Fiat 1, el Ibiza, el R25, el R11... Un 127 y un 850 verdes parecieron flotar sobre ella un instante, pero me fué imposible captar su espíritu ectoplásmico, que mis ojos contemplaban a través de una esmerilada escarcha que caramelizaba un vaho lacrimoso.


Descanse sin paz, siempre rodando por las praderas del Gran Manitou.

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