jueves, 4 de junio de 2009

Polinizadores naturales


Leo un artículo en IyC sobre la muerte masiva de las abejas en todo el mundo, y misteriosamente casi a la vez. Las causas son complejas, y aún no se sabe, aunque todo apunta a un virus aún no aislado, pero lo que sí está claro que:
El cultivo intensivo: las inmensas superficies de monocultivos, a efectos, son superficies muertas para la vida; extinguen todo lo que no sea el producto deseado, las abejas (ni ningún otro bicho) pueden vivir. El sistema de cultivo intensivo agota y destruye el suelo, el sistema extensivo, la dehesa, lo preserva.
Los pesticidas: en las abejas estudiadas, hay un mínimo de 5 plaguicidas, y en algunos casos 35, a concentraciones diversas. Se sospecha una nueva familia de plaguicidas, los neonicotineoides.
Al parecer, estos agentes debilitan las defensas de las abejas, y algunos de ellos ocasionan trastornos de comportamiento que provocan que se olviden del camino de vuelta a la colmena, aunque se sigue sospechando de un virus que induzca inmunodeficiencia.
Multitud de agentes que se han trasmitido desde y hacia todas las partes del mundo por el trasiego de abejas y productos, y que infectan o parasitan a muchas colmenas, especialmente de EEUU (en el artículo se citan un montón, muy difundidas).
La polinización natural que se producía desde hace milenios, ha sido en parte sustituída por millones de colonias que son transportadas artificialmente por apicultores bajo contrato. En algunas regiones han prácticamente extinguido muchos insectos naturales polinizadores (incluso colibríes y murciélagos) y tiene que hacerse de forma dirigida.
Si además te lees el libro de "Nuestro futuro robado" sobre los disruptores endocrinos, comprenderás que cualquier intento de plastificarnos es contraproducente.

2 comentarios:

Mery Jane dijo...

¿Las abejas al borde de la extinción?
Una prueba más de que es el hombre el que, con falta de sentido ecológico, destruye todo lo que encuentra a su paso.

¡¡Que nos quedamos sin miel!!

xto dijo...

que haremos sin ese zumbido ronroneante en nuestros oidos sin esa pegagosa sustancia que deleita nuestro paladar sin la cera de nuestras velas para alumbrar nuestras noches que nos cortan la luz.

Plantemos plantitas y coloquemolas en las ventanas y patios para que pequeños voladores sean nuestros huespedes