lunes, 24 de septiembre de 2007

Eduardo Punset, en Xl Semanal


Una vieja amiga a la que no había visto en los últimos 20 años me recordaba una anécdota que no he olvidado nunca: Xavier Adroher, el entonces director de Esade, una de las escuelas de negocios más prestigiosas de Europa, me había remitido el texto de Platón tras una de nuestras largas discusiones. Apenas tuve tiempo de recoger la nota –había llegado muy pronto por la mañana desde EE.UU.– antes de ir a la radio. «Sabedores mis amigos –decía Platón 2.400 años antes– de mi interés por la cosa pública, vinieron a verme para que los ayudara a derrocar el régimen odioso; cosa que hice con entusiasmo. Al poco tiempo, el nuevo esquema se parecía al antiguo como una gota de agua a otra, de manera que otros amigos vinieron a buscarme para que los ayudara a impulsar un nuevo cambio. Cosa que hice, esta vez con menos entusiasmo, hasta descubrir que los nuevos rectores de la cosa pública sometían a vejaciones sin cuento a las mentes más preclaras y humillaban a mis mejores amigos.» Platón concluía con un diagnóstico: «Todos los países están mal gobernados y la única salvación consistiría en que los filósofos fueran políticos o, cosa improbable, que los políticos fueran filósofos».
(La anécdota sigue, el que quiera que la lea en http://xlsemanal.com/web/articulo.php?id=20758&id_edicion=2427 )

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