domingo, 8 de abril de 2007

LaPasión


He estado un par de días en La Torre, disfrutando del silencio, de la guitarra y de lo contento que estaba Txokete. Como única voz acompañante, Radio Nacional (no soporto los anuncios, y RN es por el momento lo más imparcial y bonito que existe en los media, o medios de comunicación social, o vehículos periodísticos). Como tema de fondo: las procesiones de la Semana Santa.
Asombrábame antes ya de partir, y desde hace un tiempo, el tratamiento que la sociedad ha empezado a hacer de las manifestaciones del fervor popular. Las ha convertido, a todos los efectos, en fuente de turismo, de ingresos, de intereses interesados... Todo se mercantiliza, y si nadie le pone remedio, acabaremos con cofradías y pasos que se alquilen para salir, aderezados de su abigarrado atrezzo, cuando lo solicite un autobús de millonarios chinos o rusos, que nos tirarán monedas, o nos pagarán por hacernos una foto de nazarenos, por no decir que se venderán por internet trajes de nazareno de cuero negro con látigos para masoquistas, con/sin sexo, drogas, perversiones, ritos satánicos...
No me preocupan las manifestaciones extremas como las descritas en último lugar, sino las habituales y masivas. Que cantar una saeta con profunda devoción se convierta en moneda de cambio es algo que debería afearnos, y lamentablemente, es posible que tenga que surgir un integrismo (completamente absurdo también, normalmente peor que lo que trata de combatir) más extremo que el de los chiítas para que resurja el sentimiento popular.
Sin embargo, creo que tampoco es el camino. La religión, uno de mis temas recurrentes, junto con el ecologismo (el de los derechos humanos ya no me preocupa tanto, lo explicaré en algún post) tiene que cambiar profundamente. De siempre, la religión de base es lo mejor que tenemos los hombres, el mejor medio de alcanzar la verdadera felicidad (me sirven casi todas las religiones). Está y seguirá estando siempre, en eso no tenemos remedio, pero en su vertiente institucionalizada, desde el nacimiento de la civilización, ha estado ligada al poder, como un instrumento más de sumisión, y en eso han pecado y siguen pecando prácticamente todas. Si no cambian (habrá que repasar a D. Leonardo Bof y su teología de la liberación) se irán al cuerno.
Cuerno por otra parte enarbolado por el Maligno, que últimamente parece que no existe, ya veremos en qué queda. Pocas religiones han criminalizado tanto el mal como la nuestra; normalmente el mal se considera parte inevitable del bien, una fuerza natural contrapuesta al bien, lo que le falta al bien para alcanzar la perfección...
Cuentan que, tras la batalla celestial, derrotado Lucifer (el segundo de a bordo por mas señas) y conducido encadenado a la presencia del Altísimo, le increpó de esta manera:
"Si eres tan misericordioso y magnánimo como dices (ya veis que le tuteaba descaradamente), y que has vencido, puesto que tú has sido el creador de todo, concédeme al menos la facultad de dictar las leyes por las que se regirán los hombres"
No se lo debió de pensar mucho, y dijo Él:
"Ni las tuyas ni las mías: Los hombres se regirán por sus propias leyes"
Y, mientras era conducido a las profundidades del Averno, no supo disimular una maliciosa sonrisa...

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