El problema, como les explicaba ayer a mis compas, no son mis compas, sino las franquicias. Cuando manda un dentista, ningún problema: les entiendo, me entienden, y además de que casi no tienen reclamaciones, prácticamente siempre el dentista ha seguido un protocolo clínico para hacer un diagnóstico y un tratamiento, ha abordado las complicaciones bajo un punto de vista médico, y si hay fracasos, los ha tratado de resolver con mejor o peor éxito, en esos casos, sin éxito. Bajo un punto de vista deontológico y moral, e incluso legal, es suficiente, normalmente deben, como mucho, devolver los honorarios de los trabajos que no funcionan y punto.
Sin embargo, las franquicias, absolutamente todo lo contrario.
Quien manda y toma las decisiones, quien establece el diagnóstico, el plan de
tratamiento y quien se lo vende al paciente (cágate, lorito) son los gerentes y los comerciales.
En XXXXXX por ejemplo, es una obligación contractual. El dentista tiene
expresamente prohibido (hay carteles) hablar al
paciente sobre el tratamiento, debe responder siempre con vaguedades.
Pues eso, como digo, cuando manda el gerente, todo eso que
explico en el primer párrafo falla estrepitosamente, y cuando surgen
complicaciones, en vez de arreglarlas masomenos gratis, que es lo que hacemos todos, le
proponen al paciente cosas que cuestan el doble o triple para cubrirse en
costos, y como el paciente está pillado (tó pagao adelantao) no tiene más remedio que aceptar,
además, están entrenados para contar las mentiras con cara de venderte
preferentes, y el paciente sale convencido de que se va a solucionar con la
nueva propuesta de tratamiento.
Lo que comunico para conocimiento de VV. II. cuya vida guarde Dios muchos años