Recordad que, la convocatoria boluda (de bolos) la cerré con un brindis con cava, intentando limar asperezas. Quise explicar (el ambiente festivo no me dejó) subido en la tribuna de oradores (una silla coja) que en la Barranca, donde tengo la sucursal (a medias con la Izas) durante décadas, el niño que no gritaba ¡goraeta!, o al menos disimularlo, no tenía nada que hacer. Y con eso, creció.
Una de mis constantes (lo trasmito en los cursos) es que vivimos (no sólo ahora, siempre) inmersos en corrientes de pensamiento, en donde nuestro Yo se diluye, y es necesario abstraerse primero y aterrizar después, para que no te atropelle.
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