Muchos de nosotros hemos soñado con gestas, actos notables, reconocimiento por descubrimientos científicos, ser benefactores de la humanidad… Pues bien: lo tenemos bien fácil. Como dice Barak Obama, él admira a todos aquellos que son capaces de trabajar, estudiar, prestar un servicio, un poco más allá del deber. El fontanero, el economista, el político…
La corrupción, en nuestro mundo (primero, segundo, tercer y cuarto mundo y todos los que les eches) campa por sus respetos, y tan sólo en aquellos sitios con una curradísima justicia social (América del Norte y los países nórdicos por ejemplo) son capaces de inculcar, en el ciudadano de base, el sentido de la justicia adecuado para que esas conductas sean reprobables por nuestro más íntimo círculo, de forma que no seamos capaces de disfrutar de nuestro pillaje.
Pues bien: esa es mi propuesta. Curra, reparte justicia social, no ganes tanto dinero como creas que te mereces, no engañes (mucho) a Hacienda, de lo bueno devuelve un poco más, de lo malo devuelve un poco menos (la equidad es muy importante, pero conviene compensarla, y la igualdad absoluta es una injusticia más) lucha por los oprimidos, comprende a los ignorantes y dales herramientas para salir de su carencia (pero sin regalar tontamente) piensa que su estulticia es su castigo…
Ganar más dinero no satisface, por encima de unos mínimos ya no aumenta nuestra felicidad. Ganar cultura, amigos, estima y reconocimiento social sí, y no hay máximos. Como les decía a mis hijos, las ciencias y las técnicas les darán de comer, pero las letras y las artes les harán felices.