Asistimos a un tenso pulso-país. Intento encontrarles su lado bueno, el lado justo, sus argumentos, y me cuesta muchísimo, porque es un país corrupto, usurpador, insensible socialmente y con una élite muy extractiva. Y por supuesto, no tienen razón.
Pero en fin, es el vecino y le tenemos que aguantar. No podemos delegar la solución en terceros (Europa) al menos de forma directa, y debemos afrontarlo. Procuraré no opinar sobre la gestión de nuestro actual gobierno, porque aunque los malos están tirando fuegos artificiales, es mejor recurrir a la diplomacia prudente, al menos de momento, y no se qué medidas se están tomando.
Las técnicas del Jasán o el Mojamé de turno, se pueden resumir en: o me das lo que quiero, o tiro al niño por la ventana. Juegan con fuego, pero los responsables (las élites) nunca se quemarán, tienen sus fortunas y posesiones (montones inimaginables) en otros países (fundamentalmente aquí) pero si se hunde el sistema, amenazan con que quienes les sustituyan son los malos malísimos, los islamistas radicales, como ha pasado en otros muchos países de por ahí, en parte por la mojigatería de Europa.
Lo que no podemos tolerar es que arreglen sus problemas inventándose un enemigo (nosotros) e intentando dañarnos desproporcionadamente, pero seguirán haciéndolo. Eso tiene consecuencias, y nunca buenas, para ninguno de los dos, debe quedar clarito.
Y nunca, nunca, debemos mostrar debilidad y ceder ante situaciones como la presente, como he hecho yo desgraciadamente algunas veces. Nunca han sido buenos vecinos, pero ahora están envalentonados.
Y en parte, tenemos al enemigo por aquí y creciendo, y eso es algo que debemos tolerar aún menos.
Y la única forma, ya que no se les puede echar, es ganárnoslos y convencerlos de que tenemos razón, y que ponerse del otro lado tendrá también consecuencias.
Y que las consecuencias no puedes luego indultarlas por una estupidez, aviso a los estúpidos.
Y si escribo esto, es porque sé que el tema va a ir a peor.