Y eso no es correcto. Aludo de nuevo al libro de Mendiluce "el amor armado". Tenemos que sentirnos orgullosos de lo que somos, de lo que representamos, de nuestra bandera. Tampoco hay que ceñirlo al terreno bélico en el que se basa el libro, sino en el social. Tenemos que vendernos y decir: soy Yo, y soy una gran solución para su problema, mis propuestas son buenas y merecen ser consideradas, y en todo caso, merezco absoluto respeto por ellas aun perdiendo. Ya lo he dicho muchas veces, perder una votación, una propuesta, ver rechazada una oferta, no es perder. Perder es no hacer esa propuesta, inhibirse, tener miedo...
Un conocido colega decía siempre (sobre todo a sus auxiliares, no a sus colegas) que el buen empresario tenía que estar siempre en el límite de la ley, y ¡bien sabe Dios que lo ha hecho!. Ha arrasado el mercado, con artes más o menos nobles, y se ha comido bastante más que los demás, que hemos ido de honrados por la vida. No me quejo, fué elección propia, y cada cual ha pagado su precio, tampoco le ha salido gratis. El estado de derecho tiene importantes lagunas que debe suplir la convivencia social. Y eso suele funcionar, excepto en los casos de crimen organizado y terrorismo, de los que hay muchos grados, y en muchos de ellos es posible convivir, aunque no nos guste reconocerlo. Con las formas leves de mafias y de terrorismo y coacción a veces no hay más remedio que pactar. Se ha hecho siempre y se seguirá haciendo, pero sin luz ni taquígrafos.
Pacto entre "caballeros" que se llama.
Pacto entre "caballeros" que se llama.